La Misa Espiritual Cubana
Hispanidad y Mestizaje
Notas de la Sociedad Espiritista Cubana
Notas de la Sociedad Espiritista Cubana
“Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos." (S. Mateo: 18:2O)
Para los creyentes y practicantes
del espiritismo, estar reunidos en nombre de Dios, no
quiere decir que basta con estar reunidos materialmente,
sino por la intención de pensamientos para el bien;
entonces se le encuentra o a uno de los espíritus puros
que le representan. No es la simultaneidad de palabras, o
de actos exteriores, lo que en verdad constituye la reunión
en nombre de Dios, sino la comunicación de pensamientos
conformes al espíritu de caridad personificado en Jesús.
Tal es el carácter de las sesiones espiritistas en las
que se espera sinceramente el concurso de los buenos espíritus.
La Misa Espiritual comienza con la lectura de oraciones de amor al Padre Celestial y otras de carácter laudatorio y de invocación a los espíritus, a los que se les llama para que concurran. Una vez concluidos éstos primeros rezos, en los que se incluyen el Padre Nuestro, Ave María, etc., se considera establecida la comunicación y se tiene el consentimiento para la apertura.
Los asistentes se sientan en
torno a la mesa que constituye el eje principal del altar.
Se cubre con un mantel blanco y encima se colocan los
objetos que conforman la Bóveda, dirigida a los espíritus
guías que vengan por los distintos médiums presentes en
la sesión. A ambos lados de la mesa-altar se sientan los
principales médiums. La Bóveda se pondrá en la posición
de reposo y la mesa con su parte posterior apoyada contra
una pared.
La presencia de los vasos con
agua significan la asistencia a los espíritus
protectores, guías y de labor; su finalidad consiste en
erigirse en elementos de comunicación. La vela será
encendida al comienzo de la misa y se dejará consumir en
su totalidad; pero deberá ser reemplazada caso de que no
haya concluido aún la sesión.
Las oraciones por los espíritus
que acaban de dejar la Tierra, no sólo tienen por objeto
el darles testimonio de su simpatía, sino que también
tiene por objetivo el ayudarles a su desprendimiento y
por lo tanto, abreviar la turbación que sigue siempre a
la separación, y darles más calma al despertar.
Pero en ésta como en cualquier
otra circunstancia, consideran la eficacia de la oración
en la sinceridad del pensamiento y no en la abundancia de
palabras dichas con más o menos pompa, y en las cuales
muchas veces el corazón no integra ninguna parte. Ruegan
cada uno según sus convicciones y del modo que más les
conmueva, pues entienden que un buen pensamiento vale más
que numerosas palabras. El objeto de la oración es
elevar sus almas a Dios, por lo que la diversidad de las
mismas no establece ninguna diferencia. Entienden que son
buenas todas las oraciones si son dichas con el corazón
y no con la boca, a lo que agregan: "Dios es
demasiado grande para rechazar la voz del que implora."
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